sábado, 25 de mayo de 2013

ANGELINA E CIO’ CHE DERIVA DA UN ENIGMA

Publicado a continuación en español 


Carolina Rovere

Traduzione Francesca Carmignani

La preziosa Angelina Jolie ha preso, in questi giorni una decisione radicale che ha portato ad un intervento chirurgico di fondamentale importanza per una donna: la rimozione delle sue mammelle, come prevenzione del cancro. Sergio Zabalza  fa un percorso interessante e analizza questo fatto ponendosi la seguente domanda: è la prevenzione o la privazione [1]?
È chiaro che questo intervento è stato eseguito negli Stati Uniti che non sono un paese qualsiasi, ma, anche uno dei migliori esempi riguardanti i progressi della medicina. Purtroppo quello che spesso non viene preso in considerazione, è ciò che è più importante al momento di prendere una simile decisione: la condizione soggettiva. Questi paesi sono governati solo dai calcoli delle probabilità statistiche in relazione alla salute. 80 e rotte per cento di probabilità di avere il cancro è una ragione sufficiente per decidere.
E le ragioni soggettive chi le ascolta?
Chi ascolta questa bella donna a cui viene in mente di farsi una così grande amputazione? Siamo tentati di credere che grazie ai progressi della chirurgia plastica, per scopi cosmetici non si noterà perché sicuramente saranno rimpiazzati dalle migliori protesi. Niente di tutto questo è rilevante quando si considerano le conseguenze dell'impatto di quest’atto sulla soggettività. Ciò che è importante, nel campo della soggettività femminile, sono le implicazioni che ha il togliersi organi essenziali nell’architettura di una donna, nella sua dimensione sessuale, sensuale e materna. Conseguenze che hanno un impatto anche sulla coppia che sceglie, se lo chiediamo ad Andrés Calamaro che di fronte alla donna dei suoi desideri invece si aggiudica il posto di "comandante della tua parte davanti". Ad Angelina qualcuno ha domandato che posto aveva il suo uomo in questa decisione?

Non crediamo che questa estirpazione sia è l'unica risposta saggia quando si parla di prevenzione, noi suggeriamo è che questo sia il peggior modo per rimuovere un enigma, qualcosa che può o non può accadere, e che richiederebbe un attento e rigoroso controllo. Da questo punto di vista, con l'ablazione, ciò che viene estratto attraverso questi preziosi organi è un problema difficile.
Proviamo ad aggiungere un contributo supplementare alla discussione: Angelina è stata posta di fronte a un enigma, un vuoto, qualcosa che non aveva risposte: avere il cancro o no. Perché non vi è alcuna prova precisa che questo si realizzi. Dato che il vuoto e l’enigma sono specificamente del femminile, Una donna si distingue come donna, come donna è impreziosita, quando evidenzia un saperci fare con questo vuoto che la abita, con l'enigmatico e il senza limite che la caratterizza. Ciò richiede buon modo tollerare l'assenza di simbolizzazione che questo saper fare comporta: la mancanza di un riferimento chiaro, una risposta univoca, la precisione in alcune circostanze.
In Caras del goce femenino (Volti del godimento femminile) [2] propongo che l'incontro con il godimento illimitato o femminile avvenga già da quando la donna è una bambina. Ma, non sempre si sa cosa fare con questo. Proprio come il saper fare da bella, Una bella donna, il non sapere la mortifica portando a degli estremi pazzeschi. Quindi esistono più risposte difensive: da quelle che implicano l’abbandonarsi all’illimitato e arrendersi follemente agli eccessi, a quelle che implicano anche l’eccessivo rifiuto, assoluto rispetto a ciò che viene presentato come enigmatico. Il risultato in questi casi è la mortificazione a cui si espongono, in modi diversi, molte donne che la fama è riuscita a elevare. Nessuna ricetta, non esiste una risposta unica, il segreto è forse ascoltare meglio il proprio corpo, sentirlo, con-sentirgli e inventare laddove abita il niente stesso, il proprio stile di essere Una donna.

[1] Sergio Zabalza, " La muy discutible decisión de Angelina " in http://www.clarin.com/tema/angelina_jolie.html

[2] Carolina Rovere, Caras del goce femenino, Buenos Aires, Letra Viva, prima edizione, 2011.



miércoles, 22 de mayo de 2013

ANGELINA Y LO QUE RESULTA DE UN ENIGMA



Carolina Rovere

La preciosa Angelina Jolie, ha tomado, en estos días una decisión radical que la llevó a un acto quirúrgico de trascendencia fundamental para una mujer: la extirpación de sus mamas como prevención del cáncer. Sergio Zabalza hace un interesante recorrido y analiza  este hecho haciéndose la siguiente pregunta: ¿es prevención o privación?[1]
Claro está que esta cirugía se realizó en los Estados Unidos que no es cualquier país sino uno de los máximos exponentes respecto a los  avances en medicina. Lamentablemente lo que muchas veces no se tiene en cuenta es lo más importante a la hora de tomar tamaña decisión: la condición subjetiva. En estos países que sólo se rigen por cálculos de probabilidades estadísticas en relación a la salud, un 80 y pico por ciento de posibilidades de tener cáncer es razón más que suficiente a la hora de decidir.
¿Y las razones subjetivas quién las escucha?
¿Quien escucha a esta preciosa mujer que se le ocurre realizarse tamaña amputación? No nos veamos tentados en creer que gracias a los avances de la cirugía plástica, a los fines estéticos no se notará porque seguramente serán reemplazados por las mejores prótesis. Nada de esto es relevante a la hora de medir las consecuencias del impacto en la subjetividad de este acto. Lo importante en el campo de la subjetividad femenina son las consecuencias que tiene sacarse órganos esenciales de la arquitectura de una mujer, en su dimensión sexual, sensual y maternal. Consecuencias que impactan también en la pareja que ella elige; si no preguntémosle a Andrés Calamaro quien frente a la mujer de sus deseos se adjudica el lugar del “comandante de tu parte de adelante” ¿Alguien le  preguntó a Angelina qué lugar tuvo su hombre en esta decisión?

No creemos que esta extirpación sea la única respuesta atinada a la hora de hablar de prevención, lo que sí sugerimos es que se trata de eliminar de la peor manera un enigma, algo que puede o no ocurrir; y que  exigiría un trabajo cuidadoso y riguroso de control. Desde esta óptica, con la ablación,  lo que se extrae  a través de estos preciados órganos es un problema de difícil solución. 
Agreguemos un aporte suplementario a la discusión: Angelina se presentó frente a un enigma, un vacío, algo que no tenía respuestas: tener o no cáncer.  Porque no hay ninguna comprobación certera de que eso se concrete. Como el vacío y el enigma es lo específicamente femenino,  Una mujer se luce como mujer, se embellece como mujer cuando evidencia un saber hacer con ese vacío que la habita, con lo enigmático  e ilimitado que la conforma. Para esto se requiere tolerar de buen modo la ausencia de simbolización que este saber hacer implica: la falta de referente claro, la respuesta unívoca, la precisión en algunas circunstancias.
En Caras del goce femenino[2] propongo que el encuentro con lo ilimitado o el goce femenino se realiza desde que la mujer es una niña. Pero no siempre se sabe bien qué hacer con eso. Así como el saber hacer hace bella a Una mujer, el no saber la mortifica llegando a extremos locos. Por eso existen múltiples respuestas defensivas: aquellas que implican abandonarse a lo ilimitado y entregarse locamente a los excesos, como aquellas otras también excesivas que implican el rechazo absoluto frente a lo que se nos presenta como enigmático. El resultado en estos casos es la mortificación a la que se exponen, de diferentes maneras, muchas mujeres que la fama ha sabido  elevar.  No hay recetas, no existe una única respuesta, el mejor secreto es tal vez escuchar al propio cuerpo, sentirlo, consentirlo e inventar allí donde habita la nada misma el propio estilo de ser mujer. 




[1]  Sergio Zabalza, “La muy discutible decisión de Angelina”, en http://www.clarin.com/tema/angelina_jolie.html

[2] Carolina Rovere, Caras del goce femenino, Buenos Aires, Letra Viva, 1° Edición 2011.

lunes, 15 de abril de 2013

LAS BUENAS MOZAS: ¿SE ECHAN A PERDER?


Carolina Rovere Sergio Zabalza


Cuando éramos niños solíamos cantar una canción que decía: “yo no soy buena moza, ni lo quiero ser, porque las buenas mozas se echan a perder”. Repetíamos como loros ese estribillo tal vez sin saber bien lo que se decía. Pero la letra dice mucho.
En primer lugar hay una afirmación como punto de partida, yo no soy buena moza. Luego, ni lo quiero ser, y a renglón siguiente el argumento: las buenas mozas se echan a perder. ¿Qué querrá decir con echarse a perder? ¿Se refiere a la vejez? No creemos eso, porque si todo el mundo envejece, entonces no sería una propiedad exclusiva de las lindas.
Más bien se refiere a algo intrínseco a la belleza genética en las mujeres. Pero avancemos un poco más. Echarse a perder es abandonarse al goce de la mortificación superyoica, que transforma a cualquier mujer en mortí-fiera efecto de un no saber hacer con el goce femenino.
El encuentro con el goce femenino se produce desde la niñez, pero la niña no sabe aún qué hacer con eso, entonces la primera respuesta y que puede durar toda una vida, es la defensa. Hay muchas maneras de defenderse, por ejemplo una muy común es justamente negando la belleza: “yo no soy buena moza” “lo quiero ser, pero no puedo” “no lo quiero ser porque se sufre”; creo que los analistas solemos escuchar en muchas ocasiones a mujeres preciosas que dicen verse feas, o al menos en algunos momentos de sus vidas.
Ya nos enseñó Freud que la asunción de la feminidad es un largo recorrido, que llevará más o menos tiempo, de hecho algunas no llegan al puerto femenino porque quedan varadas en el trayecto que va de la histeria a la feminidad. Como sabemos la histeria es el punto necesario de partida, clínica que se estructura bajo la pregunta por el goce femenino, bajo las formas: ¿Cómo goza una mujer? ¿Qué es ser una mujer? ¿Qué quiere una mujer?

Foto Sacerdotessa Esra

Las buenas mozas No-todas

No todas las buenas mozas se echan a perder. Desde esta perspectiva, nos interesa el tránsito que va de la indeterminación a lo indecidible. Si la primera menta la posición propia de la lógica fálica que ampara a la histeria, la segunda en cambio suelta -se despega-  del imperativo de ser una u otra cosa. La indeterminación estaría alimentada, entonces, por la exigencia superyoica de definir el ser. En cambio, consentir a lo indecidible supondría no hacerse cargo de tal mandato: en no otra cosa consiste el acceso a  la belleza femenina.
Según el sentido común, que tan bien ilustra la canción: Todas las buenas mozas se echan a perder. Bien, la experiencia clínica demuestra que este universal se conforma a partir de la excepción, esa al menos una que no se echaría a perder: la Otra que toda mujer envidia y admira a la vez.
Acceder al No Toda mujer supone un paso dual: en principio negar la existencia de ese límite neurótico: no es cierto que haya al menos una que no se echaría a perder, y un segundo que consiste en cuestionar, en parte, el Universal: No todas las buenas mozas se echan a peder. de forma tal de hacer lugar a lo excepcional en cada mujer



Ética y belleza

Una mujer es bella entonces cuando ha podido asumirse femenina, es decir cuando logra encarnar ese lugar entre conformado por un vacío y una presencia. Vacío que se llama goce ilimitado, presencia que es el goce fálico o límite. En ese territorio habita Una mujer que, respecto a los goces, es indecidible. Creemos importante subrayar lo indecidible, porque nos indica que no hay ni habrá decisión.
De lo contrario, si una mujer decide por el goce fálico, aparece rígida, estructurada, masculina; si en cambio decidiera por el goce femenino que es ilimitado, el sin límite la conduce directamente a la muerte, por eso se torna mortí-fiera.
El entre como el exquisito lugar que puede habitar Una mujer es la articulación continua y permanente entre ambos goces, poder soltarse y frenarse, un entre-abrirse continuo porque cada situación la convoca a un hacer distinto: en algunas situaciones es más fácil soltarse, en otras no tanto.
Desde esta perspectiva, la belleza alcanza un valor ético: un saber hacer que articula el limite a lo ilimitado. No se da de una vez , es una práctica constante que ensambla la soltura con el movimiento, pero lo que armoniza es el límite. Saber abrirse de piernas en la danza es una práctica permanente, y todos los escenarios no son iguales por eso es cada vez. Este es el secreto a descubrir y experimentar en cada Una. La belleza en Una mujer es su saber hacer singular, ni más ni menos.


miércoles, 20 de febrero de 2013

La palabra que falta es Una mujer



 Extracto del capítulo “El goce de los cuerpos”








Carolina Rovere- Sergio Zabalza



El secreto del objeto erótico


Es como si el contorno de la ropa sobre el cuerpo marcara el borde en que el fetiche no satura al objeto de deseo. En El placer del texto, Roland Barthes observa: “¿El lugar más erótico de un cuerpo no es acaso allí donde la vestimenta se abre? (…) es la intermitencia, como bien lo ha dicho el psicoanálisis, la que es erótica: la de la piel que centellea entre dos piezas (el pantalón y el pulóver), entre dos bordes (la camisa entreabierta, el guante y la manga); es ese centelleo el que seduce, o mejor: la puesta en escena de una aparición – desaparición”.[1]
Bien, ese intervalo en que el objeto insinúa la desnudez, prueba la tesis freudiana según la cual, la pulsión no se satisface con el objeto sino en su recorrido. Entonces, el secreto de la atracción no reside tanto en lo que el objeto nos brinda como en aquello que nos quita: esa falta que la belleza vela tras el goce estético. Cuando un hombre ve a una mujer sacarse la ropa, con las pausas, los gestos y el movimiento de seducción que la puesta en escena del striptease muestra tan bien, asiste a una de las situaciones en donde el erotismo se eleva a la máxima expresión, no así cuando una mujer se presenta bruscamente desnuda. Un ejemplo de esto puede verse en la película Babel cuando la japonesa se presenta desnuda frente al policía. Lo que vemos allí es un cuerpo deslibidinizado, deserotizado, un cuerpo que pide auxilio desde el lugar del desvalimiento (nebenmensch), muy lejos del erotismo.


Milagro del amor

Así, el objeto porta algo que nos constituye por el vacío que cava en nuestro ser, la clave singular que desnuda nuestra más recóndita intimidad. Esto es lo que Lacan llamó objeto a: el resultado y la causa de un desencuentro. De nuevo: ¿Cuál es el trabajo psíquico que habilita un destino de enamoramiento -o sus metáforas- antes que el impulso violento o invasivo?
Jacques Alain Miller observa que llamamos amor a aquello que no pertenece al registro del tener, si no al del ser. Dice: “el amor real es el que busca en el Otro lo que él es como objeto a”. Y agrega: “El milagro del acontecimiento –amor es que ese real del Otro, en lugar de suscitar asco, horror, u odio, suscita amor”[2]
En todo caso, se trata de estar dispuesto a esa oportuna contingencia que le permite, a ella: prestarse a la cosa, de tal forma que él: pueda ir más allá de la Cosa. Y viceversa.


El cuerpo del Otro

 ¿Porque es necesario el cuerpo del Otro? Son  los detalles del cuerpo del otro los que nos  “a”traen  y  como dice Lacan en El seminario Encore, el goce es en corp, haciendo uso de la homofonía. Se goza con el cuerpo y el encuentro entre dos que se aman es un encuentro corporal.
Si hacer el amor es pura palabra estamos en el terreno del amor cortés, de la sobre estimación del objeto de amor que llega al estatuto de intocable. Si hacer el amor es solo cuerpo caemos en una escena descarnada  de encuentro puro sexual. Ni una cosa, ni la otra. Hacer el amor requiere de palabras y necesita del cuerpo del Otro, de esa presencia adorable e investida libidinalmente, exquisita en detalles que el amante reconoce y admira, y por sobre todas las cosas, se presume  insustituible. Es fundamental que se sienta así: insustituible si consideramos al amor como un encuentro contingente. Porque si nos diera lo mismo cualquier cosa, no sería encuentro y menos contingencia. El alguno de la contingencia adquiere un valor fundamental. Ese alguno que es efecto de ninguno (lo imposible), importa y mucho. 




[1] Roland Barthes, El placer del texto y lección inaugural, México, Siglo XXI, 1996, página 19.
[2] Jacques Alain Miller, Los Usos del Lapso, Buenos Aires, Paidós, 2004, página 123