sábado, 4 de enero de 2014

LA BELLEZA EN LA ESTÉTICA FEMENINA


Carolina Rovere

Este escrito es una contribución para pensar la dimensión que puede adquirir el cuerpo al fin de un análisis. Elegí  tomar la perspectiva de la belleza femenina como un saldo de esa experiencia, entendiendo que la dimensión estética en Una mujer consiste en su modo singular de saber hacer con el goce femenino.


1.      Lo femenino

Foto Occhi di Menta
Lo femenino no son las mujeres, tampoco es el feminismo, sino que es un lugar. Este lugar se puede nombrar a partir de tres elementos fundamentales: el vacío, lo ilimitado y la ausencia de referente. El vacío no es la falta que bordea lo simbólico, es por definición ilimitado  y aquello que no tiene límite, como los conjuntos abiertos matemáticos, no tiene referente preciso. Por el contrario, los conjuntos cerrados sí están cercados por un límite que hace al lugar de la excepción: “Existe”
Lo femenino  es un campo al que las mujeres nos vemos especialmente convocadas desde nuestra anatomía.  Si acordamos con Freud, podemos decir que “hay consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica”: a las mujeres nos habita un  vacío. El problema es la dificultad que se suscita para saber manejarse en un territorio sin medida. Es más fácil moverse en un sitio acotado, medido, y simbolizado que “soltarse en los conjuntos abiertos de los  cielos ilimitados”[1]
Desde la perspectiva del goce que nos atañe como sujetos sexuados, y que Lacan propone en los Matemas de la sexuación,  podemos hacer la distinción entre goce fálico: aquel que es claramente representado por el hombre y que se caracteriza por la medida, el límite y lo simbolizable; y goce femenino, ese que Lacan dice como suplementario al fálico. Goce Otro, que también llama en el Seminario 19 gozoausencia,  lugar  que no tiene representación ni límite alguno.

2.      El doble desconocimiento en la Histérica

Sabemos que la Histérica desconoce  qué es Una mujer, y que esta pregunta organiza su estructuración subjetiva. ¿Por qué? Mientras el lugar femenino es el No-todo, la Histérica se sitúa en un terreno Todo fálico, masculino.
¿Por qué la histérica no es femenina? Lacan lo responde en …o peor porque hay un “contrasentido radical”, podemos continuar, y ¿Cuál es? El sentido contrario al No-todo. Ese es el lugar al que puede acceder Una mujer cuando ya sabe hacer con el goce femenino. La histérica quiere llenar ese vacío propio de lo femenino con demandas, objetos, caprichos,  busca saciarse pero el resultado es siempre el mismo: insatisfacción.
Lacan también nos habla de otro desconocimiento, nos dice: “el desconocimiento del hombre…constituye la definición de la histérica”[2]. Ella necesita ubicar al hombre en el lugar de la excepción, entonces le da un estatuto de omnipotencia y dice: “no hay otro igual, él es el mejor”, para luego barrarlo, hacerlo impotente ante la mínima falla, y así concluir: “todos los hombres son iguales”.
Lo que la histérica desconoce en los hombres es su castración, ya que le pide cosas imposibles. Un hombre no puede colmar totalmente a la mujer, porque la mujer es No –toda. Barrar al hombre no es sinónimo de admitir su castración, todo lo contrario. Barrar al hombre es denigrarlo, ridiculizarlo en tanto pesaba sobre él una exigencia de pura potencia. Admitir la castración es poder reconocer en el hombre el límite que lo constituye, ser dócil a su  fantasma que difiere tantísimo de ser obediente. La docilidad al hombre es efecto del deseo, la obediencia es sucedánea del superyó.
3.      La belleza al fin
Un análisis puede propiciar una estética singular en Una mujer. A esto llamo belleza femenina. ¿Cuándo Una mujer es bella? Cuando puede inventar con ese vacío que la habita su propio estilo de ser mujer y gozar allí. Para eso es necesario dar un valor preciado al goce femenino que surge de ese vacío, saber hacer con eso. La posibilidad que tiene Una mujer de lucir su belleza femenina no depende de la cara bonita, ni de su cuerpo, ni de la edad que tenga: es imprescindible soltarse de los cánones anatómicos para pasar a otra cosa.
Una mujer bella es quien puede enlazar el goce femenino con el fálico en un movimiento constante y distinto,  cada situación de la vida requiere diferentes modos de hacer. A veces se puede estar más suelta, otras no tanto. Si una mujer se suelta totalmente a lo ilimitado cae en el horror desenfrenado, es mortí-fiera[3]; si se restringe demasiado y rechaza el sin límite se torna rígida y masculina.
Las telas que visten el cuerpo de Una mujer bien pueden utilizarse como una metáfora exquisita para decir del entramado entre el goce femenino y el fálico. El tul, el encaje y la red son telas que intercalan hilos y agujero, el calado de la trama hace a la distinción y a la singularidad de ese tejido, pero la belleza está sugerida en el modo en que el hilo, el límite  tensa ese espacio que es ilimitado, si la trama es muy cerrada se ve rígida, fea, si es puro agujero tampoco luce. Un análisis nos da ese recurso,  la experiencia en que cada Una puede hacer de su cuerpo una singular tela femenina: un modo de decir de la estética del goce femenino al fin de un análisis.








[1] Carolina Rovere- Sergio Zabalza “Cuando una preciosa se hace bella” en La palabra que falta es Una mujer”, Buenos Aires, Letra Viva, 2013; P. 24
[2] Jacques Lacan, “Lo que incumbe al Otro” en Seminario19..o peor, Buenos Aires, Paidós, 2012: P. 119.
[3] Carolina Rovere, Caras del goce femenino ( 2° Edición) , Buenos Aires, Letra Viva, 2013; P. 116.