domingo, 9 de diciembre de 2018

LA HISTERIA, DE FREUD A LACAN

Carolina Rovere

1.    ¿Qué es la histeria?

En los tiempos del medioevo las histéricas eran consideradas endemoniadas, este modo de concebirlas respondía a los cánones religiosos de la época. Luego fueron estigmatizadas como  simuladoras, pero fue recién a fines del 1800 cuando Jean Martin Charcot  le otorgó dignidad, a partir de su enseñanza clínica en la Salpêtrière de Paris.  Por eso podemos decir que es el padre de la histeria. 

El encuentro de Freud con Charcot fue un verdadero acontecimiento. Decimos que hay acontecimiento cuando ocurre algo inesperado que marca un antes y un después en nuestras vidas. Quiero subrayar el carácter de novedad del acontecimiento porque es algo que no está de ninguna manera concebido por el sujeto hasta el instante de su ocurrencia. Esto le sucedió a Freud cuando yendo en busca de conocimientos neurológicos por una beca a Paris, se encontró con lo que cambia su vida para siempre: la histeria.  
Charcot, un verdadero clínico en neurología, terminó su vida interesado por este hallazgo y le pide a Freud que investigue sobre la diferencia entre  las parálisis orgánicas y las histéricas. Freud se dedicó a este aspecto clínico pero Charcot moría antes de su publicación. Por eso quiso escribir en francés, a modo de homenaje, ese texto tan claro y minucioso sobre las diferencias clínicas en la histeria y las parálisis neuromotoras. 
También nos cuenta en la nota necrológica que  escribe poco tiempo después de su fallecimiento, que la sala de conferencias estaba adornada con un cuadro que mostraba a Philippe Pinel soltando a los locos de las cadenas. Imaginemos la escena: Charcot  explicando sobre la base psíquica de la histeria, produciendo un giro radical para el conocimiento, teniendo como fondo la imagen de  Pinel en el acto de cortar las cadenas a los locos, y así darles un trato digno. Freud no se cansa de elogiar tanto su sabiduría como su audacia. Le dice en una carta a su futura esposa: “No sé si esta semilla dará fruto, pero sí puedo afirmar que ningún otro ser humano había causado jamás tan gran efecto sobre mí” (Freud, 1893) 

Pero así como decimos que Charcot es el padre de la histeria, también decimos que Freud es el padre del Psicoanálisis. En “Estudios sobre la Histeria” (1895) junto a Breuer toma la posta de Charcot, para  abrir un camino inédito: La histérica sufre de representaciones inconciliables de tinte sexual. Sexualidad e histeria se atan para siempre. 
El trauma es fundante de la estructura y lo traumático tiene en general, un efecto de perplejidad. Freud descubre que la huella del trauma deja una marca que puede resignificarse en un tiempo posterior o sea: retroactivamente. En general es en la adolescencia cuando se lee lo acontecido de otro modo. Esto es posible  a partir de la nueva configuración del cuerpo efecto de la pubertad. 

El caso princeps de Freud es Dora. ¿Qué particularidad presenta la histeria según Freud?  No es casual que venimos  hablando del padre, porque en la histeria nos encontramos con un amor intenso y reprimido a él. Freud lo pone claramente en evidencia en el caso Dora.  Otro elemento que ordena esta estructura es el deseo formulado como insatisfecho, algo que nos explica detenidamente en el sueño de la Bella Carnicera, en el que se evidencia un elogio a la insatisfacción

Hoy es difícil leer a Freud sin Lacan, quien pudo pescar con claridad la importancia de lo que hace al fundamento de la histeria: una pregunta. ¿qué es ser una mujer? ¿cómo goza una mujer? Y agrega Lacan que esta es la pregunta de la histeria porque lo femenino es un enigma,  ¿qué sería gozar de un vacío?  Además, es inconciente. Esto quiere decir que la podemos rastrear en sus formaciones: sueños, síntomas, actos fallidos, lapsus, identificaciones. 

En una conferencia del año 1977 en Bruselas Lacan decía lo siguiente: “Un síntoma histérico es algo muy curioso. Se soluciona a partir del momento en que la persona, que verdaderamente no sabe lo que dice, comienza a balbucear” Entonces partimos del hecho de que se trata de hacer hablar al síntoma, o al menos empezar por balbucear.  Pero por otra parte es fundamental que haya un analista que escuche: el síntoma empieza a hablar, el analista escucha. Y acá se dividen las aguas con las terapias comportamentales; porque para estas terapias el síntoma no es efecto del inconciente,  sino que es un comportamiento patológico que puede reeducarse a partir de tareas. 

Como recién decíamos, la pregunta sobre el goce femenino es fundamental en la histeria, y es así como tenemos también la encarnación de este saber, que “nadie” sabe, en una Mujer que sí entiende perfectamente qué es ser mujer. Invento genial que construye la histérica para sostener  la existencia de LA mujer completa, una manera de hacer consistir un referente para lo femenino.  



2.    Recorrido de un análisis

En su último testimonio[ii]Débora Rabinovich nos cuenta una intervención del analista mientras la despedía : “Lacan decía que la histeria no se cura nunca”. Ella  nos dice que curarla no, pero sí hacerla  mucho más vivible. 
¿Qué sería hacer más vivible la histeria? 

Veamos dos momentos en el análisis. El primero está en consonancia con su escena traumática a los cinco años. Suena el teléfono, la madre le pide que atienda, contesta y una mujer le dice: “Hola Débora, soy la novia de tu papá”. Luego, la madre le pregunta quien era y ella contesta: “no sé, nadie”. Podríamos decir que esta escena funda la histeria (infantil): hay Otra mujer, esa que causa el deseo del padre. 

El otro momento está señalado por el sueño de la conclusión de su análisis: 
“En la sala de espera del analista solo somos dos personas. Una mujer y yo. La conozco. Representa para mí esa Otra mujer desencadenante de la separación con mi marido. Es morena, alta, extranjera, y con un italiano perfecto. Sobre la mesa, en el lugar donde siempre está el florero con un lindo ramo de flores, hay un teléfono. Ella me pregunta, en francés, mientras lo señala, cómo se llama esa parte del teléfono. Miro, pienso y digo no sé.  Y no lo sé en ningún idioma. Me despierto muy tranquila. ¡Ni ella, ni yo, y en ningún idioma!” (Lacaniana 20, p. 49)

Aparece el teléfono pero no como el objeto contingente por el cual se fijó la dimensión traumática, sino como el elemento  que permite ubicar lo femenino en tanto contingente. El sueño nos demuestra que no hay nombre para lo femenino, que tampoco hay LA mujer que sabe sobre lo femenino,  que solo hay Una mujer y Una mujer  porque nadie sabe qué es ser mujer. 

Tal vez podamos decir que hacer la histeria más vivible sería algo así como reconocer que nadie sabe qué es ser mujer y que cada Una inventa, hace algo, a su manera, con el enigma de lo femenino. 



BIBLIOGRAFÍA

Freud, S. “Charcot” (1893), Buenos Aires, Amorrortu, 1992.
Freud, S. “Algunas consideraciones en miras a un estudio comparativo de las parálisis motrices orgánicas e histéricas” (1893), en Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, 1992. 
Freud, S. (1905). “Fragmento de análisis de un acaso de histeria”, en Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, 1992. 
Lacan, J. (1951) “Intervención en la transferencia”, en Escritos 1, Buenos Aires, 1988.
Lacan, J (1977) Consideraciones sobre la histeria, conferencia de Bruselas. 
Rabinovich, D. (2016), “Teléfono”, en Revista Lacaniana Nº 20, Buenos Aires, Escuela de la Orientación Lacaniana, 2016. 





[i]Adaptación de la Conferencia dictada en la Facultad de Psicología - UCES Rafaela,  el 1 de diciembre de 2018. 
[ii]Débora Rabinovich fue AE (analista de la Escuela ) de la AMP (Asociación Mundial del psicoanálisis) durante el período 2013-2017. Esta nominación se obtiene a partir de pasar por el dispositivo del pase que inventó Lacan por el cual un sujeto, que considere haber finalizado su análisis, decide testimoniar por su recorrido a los fines de la transmisión a la comunidad analítica, tomándose a sí mismo como caso clínico.