miércoles, 18 de julio de 2012

VOLARÉ...




Carolina Rovere

El acontecimiento musical que fue “Volaré”, o “Nel blu di pinto di blu”, canción que Domenico Modugno creaba en el año 1958, no es menos reveladora que la genial película que Woody Allen nos trae a la pantalla del cine, junto con sus últimas  producciones, en donde nos hace partícipes del gran placer de disfrutar de las cosas sencillas de la vida que son en sí las más complejas: las fantasías. Sólo el talento de Woody Allen puede plasmar de esta manera tan clara la realidad de los neuróticos, las imposibilidades, las miserias, las fantasías y los síntomas. El cineasta  se da también el soberano lujo de actuar como “le piace” y utilizar los escenarios de los lugares que más le gustan o por qué no, lo representan.
Casi podemos afirmar que Woody Allen hace lo que quiere, disfruta de su trabajo y comparte su saber hacer con un público, lo vuelca al lazo social en un trabajo sublimatorio de alta gama. Este “hacer lo que se quiere”  podría ser también el punto de llegada de un análisis, el hacer lo que se quiere no es hacer cualquier cosa, menos aún que no importe nada el Otro. El hacer lo que se quiere es nada más ni nada menos que poder ser fiel al deseo, o curarse de la neurosis que se ocupa a través de la ferocidad superyoica de establecer caminos en sentido contrario al deseo tornándose imposible en la obsesión,  o que sumergen al sujeto en el goce de la insatisfacción como bien nos muestra la histeria no arribando nunca al puerto deseado.


Si hay algo que Woody Allen no tiene es  ingenuidad  y por supuesto todo lo que elige para sus películas  está pensado en su más mínimo detalle. Desde el título “A Roma con amor”,  concepto que recorre a la película bajo el sueño neurótico de la realización de la relación sexual, o más bien del encuentro logrado con la falta.  Como también, la canción  “Volaré”   que hace de marco de este  film  fue  seleccionada seguramente  entre otras por su letra.  La canción nos muestra el sueño del neurótico bajo la fórmula freudiana de la realización del deseo tal cual nos enseña en La interpretación de los sueños el mismo Freud.  
Pero sucede que este sueño  de haber sido raptado por el viento a volar en el cielo infinito,  no puede sostenerse, porque se desvanece en el alba, se lo lleva la luna cuando se va:  “Ma tutti sogni nell’alba svaniscon perché, quando tramonta, la luna li porta con sé, Ma io continuo a sognare negli occhi tuoi belli, che sono blu come un cielo trapunto di stelle.  Aunque el amor  hace  posible, nos dice la canción, continuar el sueño en los ojos azules como las estrellas, de la mujer amada. Otro modo de decir que el amor suple la ausencia de relación sexual tal como nos propone Jacques Lacan.
El valor de volar  en la película,  está estrictamente asociado a la lógica de la realización de las fantasías de las neurosis, que por momentos  se muestran en el  paroxismo de la ridiculez.

¿Qué otro valor le podemos dar al volar?  “poi d’improvviso venivo dal vento rapito  e incominciavo a volare nel cielo infinito…Volare… oh, oh!…cantare… oh, oh, oh, oh! nel blu, dipinto di blu, felice di stare lassù”. Se habla mucho del cielo infinito, pero el cielo y las estrellas tienen más bien un estatuto de ilimitado, ya que lo infinito puede bien consentir a un límite y el cielo no tiene límite. El volar es un modo de manifestación de los efectos de lo ilimitado, o el goce femenino.  En el post análisis  el volar entonces ya no estaría en la cuenta del sueño neurótico del encuentro con la falta, sino más bien de la experiencia  corporal  del goce femenino. Como nos enseña Lacan,  del goce femenino no se puede decir, se siente en el cuerpo y es una experiencia de lo ilimitado  que articulado al propio sinthome  hace posible anudar al sujeto en su existencia como ser sexuado.