Carolina Rovere
Este escrito
es una contribución a la dimensión del amor en los hombres.
El goce femenino también les concierne a
ellos, así que voy a desarrollar algunas ideas respecto del amor y los hombres
o más bien, de qué les pasa a los hombres
cuando aman. Antes que nada me parece muy importante hacer una
distinción fundamental entre la
FEMINIZACIÓN en el hombre y un
hombre AFEMINADO. Lo afeminado tiene que ver con semblantes
femeninos que toman algunos hombres, siendo mayormente indicadores de ciertas
identificaciones con la madre en una posición femenina, homosexual; a la feminización le voy a dar un valor
exquisito en el hombre como el recurso
necesario en la hora del amor.
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foto occhi di menta |
La dimensión del enamoramiento en el hombre no
es fácilmente tolerada por él, quien al quedar a merced de su falta monta defensas protectoras. Es molesto para el
hombre admitir que le falta algo porque lo remite directamente a la
castración, afrenta temida y
angustiante.
Entonces un hombre que ama se feminiza en este
sentido si admite su falta. Esta primera feminización que requiere hacer para
amar, corresponde ubicarla en el terreno
del Todo fálico si nos servimos de los matemas de la sexuación de Lacan.
La segunda y muy importante, es la específica
del goce femenino que ubicamos en el territorio No-todo fálico. ¿Qué podemos
decir del goce femenino en los hombres?
El goce femenino es una experiencia en el
cuerpo más allá de la localización fálica, cuando el hombre puede reconocer que
una mujer lo conmueve en lo más profundo de su ser, cuando un hombre queda
raptado por una mujer está experimentando, además de su goce fálico o
viril, el goce femenino. Esta feminización en el hombre que tiene que ver con
lo ilimitado no lo torna, para nada, amanerado.
Le da una sensibilidad especial para captar elementos, detalles, que
hacen a lo femenino y que tal vez al
hombre más viril se le escapa por estar
sólo atento a su falo. O sea que esta segunda feminización requiere ir más allá
del falo.
El problema que se les plantea a los hombres
es que no les resulta nada sencillo
experimentar la feminización amorosa, y no es seguro que ocurra, menos
aún esta doble. Ya que puede suceder que un hombre experimente la feminización
del lado Todo y no la del goce femenino.
Lêda
Guimarães dice: “los hombres, cuando son
flechados por el amor, prefieren mantenerlo a distancia por el riesgo de que
una desestabilización irremediable pueda ocurrir”[2] y agrega que la cobardía moral en
los hombres es lo que les impide acceder a la mujer del deseo, es por eso que
el hombre monta toda suerte de murallas protectoras para no
querer saber nada de su deseo, una mujer es peligrosa: “Menina veneno”, porque
feminiza. Así muchos hombres se
pasan todo el tiempo pensando cómo hacer
para no caer allí en donde no se sabe si ya no son lo que son.
A las
mujeres, en cambio, les es más sencillo
porque lo ilimitado es parte de su propio cuerpo, y la pregnancia fálica no es
tan intensa. Esto no quiere decir que no les traiga complicaciones. Porque este
abandono a lo ilimitado del goce femenino
puede desembocar en la devastación, terreno que conlleva un intenso
sufrimiento y al que las mujeres son
proclives.
El valor de esta doble feminización que
planteo necesaria en el hombre enamorado, de ninguna manera le resta, todo lo
contrario, le suma un encanto especial. Así el hombre que ama y que esté dispuesto a
abandonarse al amor debe sortear una doble barrera de defensa. Si esta
condición masculina, es lograda y además
bien recibida por una mujer que valore los efectos de este goce femenino
en su hombre, puede entonces darse el
lugar propicio para la ocurrencia de un Acontecimiento amoroso más que
interesante.
[1] Jacques
Alain Miller, "Amamos a aquel que
responde a nuestra pregunta: ¿Quién soy yo?". Entrevista realizada por H.
Waar, en “El Psicoanálisis Lacaniano en España” El
blog de la escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP). París, 17 de octubre de
2008.
[2] Lêda
Guimarães, conversaciones
por Facebook
FOTO: http://www.bsw-art.com/anke-merzbach-untitled-am-75
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