Carolina
Rovere
Este
escrito es una contribución para pensar la dimensión que puede adquirir el
cuerpo al fin de un análisis. Elegí tomar la perspectiva de la belleza femenina
como un saldo de esa experiencia, entendiendo que la dimensión estética en Una
mujer consiste en su modo singular de saber hacer con el goce femenino.
1. Lo
femenino
Foto Occhi di Menta |
Lo
femenino es un campo al que las mujeres
nos vemos especialmente convocadas desde nuestra anatomía. Si acordamos con Freud, podemos decir que “hay
consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica”: a las mujeres nos
habita un vacío. El problema es la
dificultad que se suscita para saber manejarse en un territorio sin medida. Es
más fácil moverse en un sitio acotado, medido, y simbolizado que “soltarse en
los conjuntos abiertos de los cielos
ilimitados”[1]
Desde
la perspectiva del goce que nos atañe como sujetos sexuados, y que Lacan
propone en los Matemas de la sexuación,
podemos hacer la distinción entre goce
fálico: aquel que es claramente representado por el hombre y que se caracteriza
por la medida, el límite y lo simbolizable; y goce femenino, ese que Lacan dice
como suplementario al fálico. Goce Otro, que también llama en el Seminario 19 gozoausencia, lugar que no tiene representación ni límite alguno.
2. El
doble desconocimiento en la Histérica
Sabemos
que la Histérica desconoce qué es Una
mujer, y que esta pregunta organiza su estructuración subjetiva. ¿Por qué?
Mientras el lugar femenino es el No-todo, la Histérica se sitúa en un terreno
Todo fálico, masculino.
¿Por
qué la histérica no es femenina? Lacan lo responde en …o peor porque hay un “contrasentido radical”, podemos continuar, y
¿Cuál es? El sentido contrario al No-todo. Ese es el lugar al que puede acceder
Una mujer cuando ya sabe hacer con el goce femenino. La histérica quiere llenar
ese vacío propio de lo femenino con demandas, objetos, caprichos, busca saciarse pero el resultado es siempre el
mismo: insatisfacción.
Lacan
también nos habla de otro desconocimiento, nos dice: “el desconocimiento del
hombre…constituye la definición de la histérica”[2].
Ella necesita ubicar al hombre en el lugar de la excepción, entonces le da un
estatuto de omnipotencia y dice: “no hay otro igual, él es el mejor”, para
luego barrarlo, hacerlo impotente ante la mínima falla, y así concluir: “todos los
hombres son iguales”.
Lo
que la histérica desconoce en los hombres es su castración, ya que le pide
cosas imposibles. Un hombre no puede colmar totalmente a la mujer, porque la
mujer es No –toda. Barrar al hombre no es sinónimo de admitir su castración,
todo lo contrario. Barrar al hombre es denigrarlo, ridiculizarlo en tanto
pesaba sobre él una exigencia de pura potencia. Admitir la castración es poder
reconocer en el hombre el límite que lo constituye, ser dócil a su fantasma que difiere tantísimo de ser obediente.
La docilidad al hombre es efecto del deseo, la obediencia es sucedánea del
superyó.
3. La
belleza al fin
Un
análisis puede propiciar una estética singular en Una mujer. A esto llamo
belleza femenina. ¿Cuándo Una mujer es bella? Cuando puede inventar con ese
vacío que la habita su propio estilo de ser mujer y gozar allí. Para eso es
necesario dar un valor preciado al goce femenino que surge de ese vacío, saber
hacer con eso. La posibilidad que tiene Una mujer de lucir su belleza femenina
no depende de la cara bonita, ni de su cuerpo, ni de la edad que tenga: es
imprescindible soltarse de los cánones anatómicos para pasar a otra cosa.
Una
mujer bella es quien puede enlazar el
goce femenino con el fálico en un movimiento constante y distinto, cada situación de la vida requiere diferentes
modos de hacer. A veces se puede estar más suelta, otras no tanto. Si una mujer
se suelta totalmente a lo ilimitado cae en el horror desenfrenado, es mortí-fiera[3];
si se restringe demasiado y rechaza el sin límite se torna rígida y masculina.
Las
telas que visten el cuerpo de Una mujer bien pueden utilizarse como una metáfora
exquisita para decir del entramado entre el goce femenino y el fálico. El tul,
el encaje y la red son telas que intercalan hilos y agujero, el calado de la
trama hace a la distinción y a la singularidad de ese tejido, pero la belleza
está sugerida en el modo en que el hilo, el límite tensa ese espacio que es ilimitado, si la
trama es muy cerrada se ve rígida, fea, si es puro agujero tampoco luce. Un
análisis nos da ese recurso, la
experiencia en que cada Una puede hacer de su cuerpo una singular tela
femenina: un modo de decir de la estética del goce femenino al fin de un
análisis.
[1]
Carolina Rovere- Sergio Zabalza “Cuando una preciosa se hace bella” en La palabra que falta es Una mujer”, Buenos
Aires, Letra Viva, 2013; P. 24
[2]
Jacques Lacan, “Lo que incumbe al Otro” en Seminario19..o
peor, Buenos Aires, Paidós, 2012: P. 119.
[3]
Carolina Rovere, Caras del goce femenino
( 2° Edición) , Buenos Aires, Letra Viva, 2013; P. 116.
Excelente texto, Carolina. Está vivo
ResponderEliminarEs una maravilla leerte Caro. Sos sumamente clara y poètica a la vez, Aprendo mucho cuando te leo. Cariños!
ResponderEliminarmuy claro! qué bien hace! gracias!
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