Carolina Rovere
Las Neurosis Actuales fue una clasificación que
propuso Freud en el año 1898[1] en referencia a aquellas patologías en la sexualidad que no
remitían a lo infantil, no articuladas
con la sexualidad infantil. Es así como
nos habló de Neurastenia, ese debilitamiento psíquico efecto de un exceso de
actividad sexual, y de las Neurosis de Angustia, ese exceso de libido producto
de una falta de descarga sexual.
Quedarnos solo con eso es empobrecer la riqueza de ese texto que hoy nos
puede resultar tan útil.
En mi escrito “Las
neurosis actuales de hoy” [2]
propongo subrayar dos aspectos fundamentales de estas neurosis que planteaba
Freud: no tienen mecanismo psíquico y no
se reconducen a la infancia. El no presentar mecanismo psíquico hace que estos
cuadros no respondan a la lógica de la represión clásica y a los mecanismos que
utiliza el inconciente: condensación y desplazamiento, productores de sueños, síntomas, actos
fallidos. El no reconducirse a la sexualidad infantil nos dice que en ese punto
no hay neurosis infantil, quedando así esto “actual” como algo actuado por
fuera de los significantes que representan a un sujeto y de las escenas que constituyen las fantasías fundamentales.
También me pregunto entonces si estas neurosis no podrían
llamarse “neurosis maternas” por el efecto de escasa intervención del mecanismo
de la represión, quedando el sujeto en un estadio anterior al edípico o el que
efectúa la estructura. Lêda Guimarães[3]
propone ubicar la dinámica de la devoración en la clínica misma, en la transferencia, modelo arcaico en el lazo con la madre, como efecto de la escasa intervención del
Nombre del Padre o regulador-operador básico en las Neurosis.
Jacques Alain Miller nos habla de una tendencia a la Feminización del mundo
contemporáneo[4].
Podemos traducir sencillamente esta frase de esta manera: hay una tendencia a
lo ilimitado, a lo desregulado. La característica fundamental de lo femenino es
lo ilimitado, tal como postula Lacan en
su Seminario Encore. Claro está que
la declinación de la ley, lo paterno y la regulación que tuvieron tanta
pregnancia en otros tiempos implica de suyo un ascenso en el goce sin medida:
devaluación del Padre, inflación del goce. Ahora bien, no se trata de decir que
todo tiempo pasado fue mejor, creo que para vivir esta época es fundamental
reconocer lo que la distingue, y entonces hacer con eso. El superyó está
siempre presente, claro que se muestra
con distintas caras: antes el exceso de Padre encarnaba un superyó severo,
absolutamente restrictivo, el sujeto sufría por no poder acceder al goce. Es
así como el Hombre de las ratas de la época de Freud odiaba a su padre por
considerarlo “perturbador del goce sexual”. Hoy, sin Padre, el superyó se muestra como la posibilidad del
acceso ilimitado al goce, acceso “free”, que no deja de tener menores
consecuencias a nivel del sufrimiento
devastador. Creer que es posible acceder a todo implica alejarse de una
posición deseante que siempre es un reaseguro ético de la falta.
Me encuentro en estos tiempos escuchando en el consultorio una particular
tendencia a la bisexualidad. Debo precisar que en todos los casos se trata de mujeres y que
no se dicen gays. Por supuesto que hay que atender a la singularidad de la
estructura y cómo esta posición en la sexualidad cae en cada una. Pero quiero
intentar ubicar un denominador común para algo que se repite en sus decires.
Se presenta la bisexualidad como una posibilidad, no como una elección,
es decir no aparece la decisión elegida
por un sexo definido, puede ser una mujer, puede ser un hombre. Esto no se
interroga, es decir no hay angustia en
la mayoría de los casos y tampoco la
necesidad de elegir. Hoy puede ser una, mañana otro.
¿Qué quiere decir que no hay elección? La elección en sí implica una pérdida, la
elección es castrativa en tanto si yo elijo algo es porque algo también cedo,
no me quedo con todo. Esto marca una diferencia con quienes se definen o asumen homosexuales. En estos casos el que se dice homosexual no busca personas del otro sexo.
Esto es una novedad de nuestros tiempos me dije, pero ¿si
Freud también hablaba de bisexualidad ya por el año 1905 en sus tres ensayos?
Justamente lo que Freud decía sobre la bisexualidad encuadra perfectamente en
esta lógica. Planteaba que la
bisexualidad es constitutiva en los seres humanos, pero que luego con la
construcción de los diques represivos una de las corrientes, la homosexual, se
extingue. Por lo tanto la corriente homosexual quedaría reprimida, participando de la lógica fantasmática de
cada sujeto. Ahora bien, es interesante
articular lo que vengo diciendo con lo que nos trae Freud. ¿No es entonces la
bisexualidad una de las manifestaciones de la época de la declinación del Padre?
¿No es uno de los modos en que se
verifica el déficit de la represión en
el sentido freudiano? Esta sería una de las modalidades de presentación de la
desregulación del nuevo orden simbólico, aunque hay muchas otras.
Me interesa insistir
sobre el acento que le otorgo a la problemática
de la “no elección” en las prácticas bisexuales, que considero fundamental para
avalar esta reflexión. Porque como
decía: si cualquier elección implica perder algo, en estos caso no se escucha
“elijo ser bisexual” como escuchamos “soy gay”, ni tampoco se interroga al respecto, entonces estaríamos en
presencia de una modalidad del encuentro sexual que no presentifica la pérdida.
Lêda Guimarães nos propone que en las Neurosis contemporáneas la división subjetiva es muy tenue. ¿Cómo
trabajar?, nos dice Leda, “la división subjetiva no se abre con machete”[5]
Dentro de estas neurosis, porque son
neurosis, hay puntos en donde la división es más clara y otros en donde se hace
difusa. Es importante ubicar ambas coordenadas
de la subjetividad para “pescar” estos
lugares en donde la represión parece no operar y luego sí ir introduciendo lentamente esa coordenada en un
terreno paterno. El tratamiento deberá ser preciso pero cuidadoso para no
provocar alguna desestabilización.
Insistir en los lugares en donde no hay división, no hay interrogantes, puede resultar en una crisis subjetiva. Pero
considero importante direccionarlo hacia
allí, porque es en su división que el sujeto puede asumirse como deseante. Esto nos permite entonces decir que la bisexualidad
es una manifestación de las neurosis actuales por mostrarse como algo actuado y
no interrogado, algo puesto en escena pero no elegido. El orden paterno, o la
ley son articuladores del deseo. Cuando
hablamos del fin de análisis sabemos que es necesario soltarse de las
identificaciones, cernir el fantasma, salirse de la lógica del padre, pero no es posible ir más allá del Padre sin antes habernos encontrado con él.
Creo que el compromiso
ético de los analistas en la dirección de la cura hoy exige importantes maniobras para
que el psicoanálisis como
experiencia terapéutica sea un
alivio eficaz al sufrimiento subjetivo y
una herramienta que dignifique nuestras vidas.
Será entonces un trabajo o una nueva apuesta que nos depara
la clínica hoy. ¿Mejor o peor?: Distinto.
[1]
Sigmund Freud, “La sexualidad en la etiología de las Neurosis” (1898) en Obras Completas, Buenos Aires,
Amorrortu, 1993.
[2]
Carolina Rovere, publicado en “Notas” de Facebook, 20 de noviembre de 2011.
[3] Lêda
Guimarães, publicado en “Notas de Facebook, 20 de noviembre de 2011.
[4]
Jacques Alain Miller, Curso de Orientación Lacaniana -2010/2011, clase 09/02/2011, inédito
[5] Lêda
Guimarães, "El estatuto de la feminidad en
nuestros días” en Revista Logos 7, NEL-Miami
1ª ed., Buenos Aires, Gama Ediciones, 2012
1ª ed., Buenos Aires, Gama Ediciones, 2012