miércoles, 16 de mayo de 2012

LA BISEXUALIDAD EN LAS NEUROSIS ACTUALES




Carolina Rovere

Las Neurosis Actuales fue una clasificación  que  propuso Freud en el año 1898[1]  en referencia  a aquellas patologías en la sexualidad que no remitían a lo infantil,  no articuladas con  la sexualidad infantil. Es así como nos habló de Neurastenia, ese debilitamiento psíquico efecto de un exceso de actividad sexual, y de las Neurosis de Angustia, ese exceso de libido producto de una falta de descarga sexual.  Quedarnos solo con eso es empobrecer la riqueza de ese texto que hoy nos puede resultar tan útil.
 En mi escrito  “Las  neurosis actuales de hoy” [2] propongo subrayar dos aspectos fundamentales de estas neurosis que planteaba Freud: no tienen mecanismo psíquico y  no se reconducen a la infancia. El no presentar mecanismo psíquico hace que estos cuadros no respondan a la lógica de la represión clásica y a los mecanismos que utiliza el inconciente: condensación y desplazamiento,   productores de sueños, síntomas, actos fallidos. El no reconducirse a la sexualidad infantil nos dice que en ese punto no hay neurosis infantil, quedando así esto “actual” como algo actuado por fuera de los significantes que representan a un sujeto y de las escenas que constituyen las fantasías fundamentales.
También me pregunto entonces si estas neurosis no podrían llamarse “neurosis maternas” por el efecto de escasa intervención del mecanismo de la represión, quedando el sujeto en un estadio anterior al edípico o el que efectúa la estructura.  Lêda Guimarães[3] propone ubicar la dinámica de la devoración  en la clínica misma, en la transferencia,  modelo arcaico en el lazo con la madre,  como efecto de la escasa intervención del Nombre del Padre o regulador-operador básico en las Neurosis.  
Jacques Alain Miller nos habla de una  tendencia a la Feminización del mundo contemporáneo[4]. Podemos traducir sencillamente esta frase de esta manera: hay una tendencia a lo ilimitado, a lo desregulado. La característica fundamental de lo femenino es lo ilimitado, tal como  postula Lacan en su Seminario Encore. Claro está que la declinación de la ley, lo paterno y la regulación que tuvieron tanta pregnancia en otros tiempos implica de suyo un ascenso en el goce sin medida: devaluación del Padre, inflación del goce. Ahora bien, no se trata de decir que todo tiempo pasado fue mejor, creo que para vivir esta época es fundamental reconocer lo que la distingue, y  entonces hacer con eso. El superyó está siempre presente, claro  que se muestra con distintas caras: antes el exceso de Padre encarnaba un superyó severo, absolutamente restrictivo, el sujeto sufría por no poder acceder al goce. Es así como el Hombre de las ratas de la época de Freud odiaba a su padre por considerarlo “perturbador del goce sexual”. Hoy, sin Padre,  el superyó se muestra como la posibilidad del acceso ilimitado al goce, acceso “free”, que no deja de tener menores consecuencias  a nivel del sufrimiento devastador. Creer que es posible acceder a todo implica alejarse de una posición deseante que siempre es un reaseguro ético de la falta. 

Me encuentro en estos tiempos escuchando  en el consultorio una  particular  tendencia a la bisexualidad. Debo precisar que  en todos los casos se trata de mujeres y que no se dicen gays. Por supuesto que hay que atender a la singularidad de la estructura y cómo esta posición en la sexualidad cae en cada una. Pero quiero intentar ubicar un denominador común para algo que  se repite en sus decires.
Se presenta la bisexualidad como una posibilidad, no como una elección, es decir  no aparece la decisión elegida por un sexo definido, puede ser una mujer, puede ser un hombre. Esto no se interroga, es decir no hay angustia  en la mayoría de los casos  y tampoco la necesidad de elegir. Hoy puede ser una, mañana otro.
¿Qué quiere decir que no hay elección?  La elección en sí implica una pérdida, la elección es castrativa en tanto si yo elijo algo es porque algo también cedo, no me quedo con todo. Esto marca una diferencia con quienes se definen o asumen homosexuales. En estos casos el que se dice homosexual no busca personas del otro sexo.
Esto es una novedad de nuestros tiempos me dije, pero ¿si Freud también hablaba de bisexualidad ya por el año 1905 en sus tres ensayos? Justamente lo que Freud decía sobre la bisexualidad encuadra perfectamente en esta lógica. Planteaba que  la bisexualidad es constitutiva en los seres humanos, pero que luego con la construcción de los diques represivos una de las corrientes, la homosexual, se extingue. Por lo tanto la corriente homosexual quedaría reprimida,  participando de la lógica fantasmática de cada sujeto.  Ahora bien, es interesante articular lo que vengo diciendo con lo que nos trae Freud. ¿No es entonces la bisexualidad una de las manifestaciones de la época de la declinación del Padre?  ¿No es uno de los modos en que se verifica  el déficit de la represión en el sentido freudiano? Esta sería una de las modalidades de presentación de la desregulación del nuevo orden simbólico,  aunque hay muchas otras.

Me interesa  insistir sobre el  acento que le otorgo a la problemática de la “no elección” en las prácticas bisexuales, que considero fundamental para avalar esta reflexión.  Porque como decía: si cualquier elección implica perder algo, en estos caso no se escucha “elijo ser bisexual” como escuchamos “soy gay”, ni tampoco se interroga al respecto, entonces estaríamos en presencia de una modalidad del encuentro sexual que no presentifica la pérdida.  Lêda Guimarães  nos propone que en  las Neurosis contemporáneas  la división subjetiva es muy tenue. ¿Cómo trabajar?, nos dice Leda, “la división subjetiva no se abre con machete”[5]  Dentro de estas neurosis, porque son neurosis, hay puntos en donde la división es más clara y otros en donde se hace difusa. Es importante ubicar ambas coordenadas  de la subjetividad para  “pescar”  estos  lugares en donde la represión parece no operar y luego sí  ir  introduciendo lentamente esa coordenada en un terreno paterno. El tratamiento deberá ser preciso pero cuidadoso para no provocar alguna desestabilización.  Insistir en los lugares en donde no hay división, no hay interrogantes,  puede resultar en una crisis subjetiva. Pero considero importante  direccionarlo hacia allí, porque es en su división que el sujeto puede asumirse  como deseante.  Esto nos permite entonces decir que la bisexualidad es una manifestación de las neurosis actuales por mostrarse como algo actuado y no interrogado, algo puesto en escena pero no elegido. El orden paterno, o la ley son articuladores del deseo.  Cuando hablamos del fin de análisis sabemos que es necesario soltarse de las identificaciones, cernir el fantasma, salirse de la lógica del padre, pero  no es posible ir más allá del Padre  sin antes habernos encontrado con él.
 Creo que el compromiso ético de los analistas en la dirección de la cura hoy  exige importantes maniobras  para  que el psicoanálisis como  experiencia terapéutica  sea un alivio eficaz al sufrimiento subjetivo y  una herramienta que dignifique nuestras vidas.
Será entonces un trabajo o una nueva apuesta que nos depara la clínica hoy. ¿Mejor o peor?: Distinto.



[1] Sigmund Freud, “La sexualidad en la etiología de las Neurosis” (1898) en Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, 1993.
[2] Carolina Rovere, publicado en “Notas” de Facebook, 20 de noviembre de 2011.
[3] Lêda Guimarães, publicado en “Notas de Facebook, 20 de noviembre de 2011.
[4] Jacques Alain Miller, Curso de Orientación Lacaniana -2010/2011, clase  09/02/2011, inédito
[5] Lêda Guimarães, "El estatuto de la feminidad en nuestros días” en Revista  Logos 7,  NEL-Miami
1ª ed., Buenos Aires, Gama Ediciones, 2012