Carolina Rovere
Invitada a escribir sobre el tema
“violencia de género” [1]
se me ocurrió tomar dos ejes para reflexionar. El primero es pensar
el estatuto del rechazo de algunos hombres hacia lo femenino, y el segundo consiste
en postular que la violencia entre los
sexos surge por una falla en el amor
entre hombres y mujeres.
El rechazo hacia lo femenino viene de larga data, Freud nos da la pista
que en las sociedades primitivas la mujer era considerada toda como un tabú[2] ,
¿Por qué? por ser “ajena y hostil”, y agrega es ajena y por eso hostil.
¿Qué es lo ajeno de la mujer? El cuerpo femenino es el lugar por excelencia que nos dice del
enigma, de lo inexplicable del goce y del
erotismo que se multiplica en ilimitadas zonas del cuerpo que no se
circunscriben a lo fálico. La mujer no es fácil de cercar y menos aún de
comprender, no se puede saber
nunca con exactitud cómo goza una mujer,
en fin la mujer encarna un goce que es ilimitado. Esto la convierte en
extraña y ajena al hombre que goza con su falo de una manera más estable y
previsible. Lo sorprendente es que esta
extrañeza o ajenidad, concierne tanto a los hombres como a las mujeres, por eso
Freud nos dice que no se nace mujer, “se adviene”[3], y
para eso la propia mujer necesita de
Otra que haga de su referente, como punto de partida.
En el libro Caras del goce
femenino[4],
propongo que el rechazo a lo femenino
por parte de algunos hombres se debe a la imposibilidad de tolerar lo “héteros”, diferencia radical que encarnan las
mujeres, porque son extranjeras al falo. Aquello que no puede dominarse, ni cercarse,
ni manejarse en su totalidad no es bien admitido y menos aún soportado por
algunos hombres. La violencia de hombres
hacia mujeres muchas veces tiene que ver con esta incapacidad para tratar con
lo femenino.
Vayamos ahora al otro punto: la
falla en el amor, concierne a ambos, tanto
a hombres como a mujeres. Es una problemática que considero de gran importancia
en nuestros días. El amor es necesario para vivir, pero muchas veces no sabemos
vivir el amor. A los sujetos nos cuesta
mucho entendernos, más aún en una pareja
porque se juegan las sutilezas del narcisismo de cada uno y un mínimo descuido
del otro del amor puede en ocasiones, resultar fatal.
El amor está impregnado de
ilusiones y esperanzas que dependen de nuestras fantasías más intimas. Esta
ficción que montamos del amor, hace que no
podamos ver algo que es fundamental
y que Lacan lo enuncia así: “No hay relación sexual” ¿Qué quiere decir?
Que no existe la posibilidad de completarnos en el otro, que no hay armonía
total entre un hombre y una mujer. No entender esto nos puede sumergir en un
campo de violencia ilimitada, terreno de la pulsión de muerte que se desata con
una ferocidad atroz impactando sobre el partener del amor.
Para vivir un amor que valga la pena,
es necesario poder admitir las singularidades y los estilos de cada uno, reconocer al otro
como diferente y saber que podemos hacer existir buenísimos encuentros, teniendo en cuenta que
la completud es la imagen perfecta de las fantasías encarnadas en las mejores
películas de todos los tiempos.
[1]
Artículo publicado en Revista Imago Agenda Nº 157, Letra Viva, Buenos Aires,
2012.
[2] Sigmund Freud, “El tabú de la
virginidad” (1909), en Obras completas,
Buenos Aires, Amorrortu, 1993.
[3] Sigmund Freud, “33° Conferencia. La
feminidad” (1932), en Obras completas, Buenos
Aires, Amorrortu, 1993.
[4] Carolina Rovere, “Cuando un hombre ama a una mujer” en Caras del goce femenino, Buenos Aires,
Letra Viva, 2011.