lunes, 19 de diciembre de 2011

¿ES LA FRIGIDEZ UNA MANIFESTACIÓN DEL GOCE FEMENINO?




Carolina Rovere

Cuando pronunciamos el término “frigidez” todos sabemos que nos estamos refiriendo a un problema que concierne a las mujeres, o mejor dicho, a algunas mujeres. Así como cuando hablamos de impotencia inmediatamente pensamos en los hombres.
Mi interés por la problemática del goce femenino, concepto tan importante para la clínica del Psicoanálisis, hace que me interrogue sobre algunas manifestaciones sintomáticas que son muy viejas en el tiempo, pero que aún hoy persisten. A las mujeres les cuesta mucho confesar la frigidez, sobre todo porque la mujer puede disimular bastante bien, algunas mejor que otras, su goce. El hombre no puede engañar en este punto, si un hombre está gozando es obvio. De todos modos la impotencia masculina no necesariamente habla de que a ese hombre no le interese esa mujer, a veces es todo lo contrario, le importa y mucho, y frente a tanto deseo se produce una inhibición. Pero este no es el tema que me convoca hoy.
Continuemos con la frigidez.
Me interesa realizar un aporte que no es de ninguna manera sexológico, sino pensar este fenómeno desde la clínica del Psicoanálisis y lo femenino.
En el libro Caras del goce femenino[1] propongo que el encuentro con el goce femenino se da en la mujer desde pequeña, siendo niña. La niña en primera instancia, ubica su goce fálico, o del clítoris que es un terreno masculino. Este momento es fundamental y fundacional en las mujeres quienes necesitan pasar por esta etapa masculina para luego posicionarse desde un lugar femenino, pero  el encuentro con el goce femenino no se hace esperar en la niña, que goza de su cuerpo, del movimiento y de lo ilimitado en experiencias que  a veces suelen  tener características de extravío y  desorientación, traduciéndose así en una complicación.

El goce femenino es en el cuerpo, nos dice Lacan[2], es decir es ilimitado, no se restringe al órgano fálico, sino a todos los lugares del cuerpo en donde la mujer puede hacer consistir una satisfacción. Y no me refiero solo a la satisfacción sexual llana sino también a ese cuerpo que sufre por síntomas conversivos que no tienen un fundamento orgánico sino más bien psíquico. Freud nos ejemplifica claramente esta particularidad cuando nos habla de las Histéricas.
Lacan define al goce femenino como “ilimitado”, todo lo que tenga que ver con lo ilimitado entonces se podría nombrar como femenino.  Pero no es tan fácil, por no decir difícil para el sujeto confrontarse con algo que no tiene límite: asusta. El sujeto debe defenderse e intentará cercar, acotar el goce. Es más sencillo el goce restringido, limitado, circunscripto que tiene que ver con el goce fálico o masculino.
Por este motivo, separo dos momentos en relación con el goce femenino. Cuando la mujer “no sabe hacer aún”, y “el saber hacer”. Nadie nace sabiendo, y cada uno se las arregla como puede.
Cuando Lacan dice que la pregunta (inconciente) de toda histeria es ¿Cómo goza una mujer?[3] justamente se refiere a que no hay simbolización del sexo de la mujer, el sexo de la mujer es un vacío y que además, según nos transmiten los sexólogos y médicos, no tiene inervación nerviosa por lo tanto no hay sensibilidad como en cualquier otro lugar de la piel.
Este lugar del vacío del agujero que conforma la anatomía femenina, convoca a cada mujer a un aprendizaje en su propio goce.
¿Por qué me pregunto si la frigidez es una manifestación del goce femenino? Porque pienso que frente a lo ilimitado y no sabiendo qué hacer con eso, algunas mujeres pueden responder rechazando el goce, rechazo total frente a lo que no tiene medida. La frigidez entonces podría leerse como la barrera frente al goce femenino efecto del no saber qué hacer con eso.  Barrera o muro de contención porque la mujer sabe muy bien que lo ilimitado implica el desborde, la devastación y el extravío. La frigidez sería un modo de protegerse frente a lo que se presenta como peligroso, respuesta que algunas mujeres de hoy  y de ayer encuentran como única salida posible.
¿No es llamativo que hoy sigamos escuchando estos fenómenos cuando hay tanta libertad sexual? ¿Por qué persiste cuando pareciera que no existen más inhibiciones y frenos sociales?
El psicoanálisis nos puede aportar un modo de leer estos fenómenos. Si una mujer desea introducirse en  la experiencia de un análisis, indefectiblemente se encontrará con su modo singular de haber respondido y responder por el encuentro con el goce femenino. Y si esa modalidad ha sido la del rechazo, entonces un análisis puede ser una salida interesante para poder asumirse en este goce de una manera que no la mortifique, y así hacer con el goce femenino un encuentro vital que haga digna su existencia en tanto mujer.


Foto: Leandro Bauduco


[1] Carolina Rovere, Caras del goce femenino, Buenos Aires, Letra Viva, 2011; Pág.58.
[2] Jacques Lacan,  Seminario 20 Aún  (1972-73), Buenos Aires, Paidós, 1995
[3] Jacques Lacan, “La pregunta histérica I” en Seminario 3 Las psicosis (1955-56), Buenos Aires, Paidós, 1995; pág. 244-245.