Carolina Rovere
Cuando
pronunciamos el término “frigidez” todos sabemos que nos estamos refiriendo a
un problema que concierne a las mujeres, o mejor dicho, a algunas mujeres. Así
como cuando hablamos de impotencia inmediatamente pensamos en los hombres.
Mi interés por
la problemática del goce femenino, concepto tan importante para la clínica del
Psicoanálisis, hace que me interrogue sobre algunas manifestaciones
sintomáticas que son muy viejas en el tiempo, pero que aún hoy persisten. A las
mujeres les cuesta mucho confesar la frigidez, sobre todo porque la mujer puede
disimular bastante bien, algunas mejor que otras, su goce. El hombre no puede
engañar en este punto, si un hombre está gozando es obvio. De todos modos la
impotencia masculina no necesariamente habla de que a ese hombre no le interese
esa mujer, a veces es todo lo contrario, le importa y mucho, y frente a tanto
deseo se produce una inhibición. Pero este no es el tema que me convoca hoy.
Continuemos con
la frigidez.
Me interesa
realizar un aporte que no es de ninguna manera sexológico, sino pensar este
fenómeno desde la clínica del Psicoanálisis y lo femenino.
En el libro Caras del goce femenino[1]
propongo que el encuentro con el goce femenino se da en la mujer desde
pequeña, siendo niña. La niña en primera instancia, ubica su goce fálico, o del
clítoris que es un terreno masculino. Este momento es fundamental y fundacional
en las mujeres quienes necesitan pasar por esta etapa masculina para luego
posicionarse desde un lugar femenino, pero
el encuentro con el goce femenino no se hace esperar en la niña, que
goza de su cuerpo, del movimiento y de lo ilimitado en experiencias que a veces suelen tener características de extravío y desorientación, traduciéndose así en una
complicación.
El goce femenino
es en el cuerpo, nos dice Lacan[2], es decir es ilimitado, no
se restringe al órgano fálico, sino a todos los lugares del cuerpo en donde la
mujer puede hacer consistir una satisfacción. Y no me refiero solo a la
satisfacción sexual llana sino también a ese cuerpo que sufre por síntomas
conversivos que no tienen un fundamento orgánico sino más bien psíquico. Freud
nos ejemplifica claramente esta particularidad cuando nos habla de las Histéricas.
Lacan define al
goce femenino como “ilimitado”, todo lo que tenga que ver con lo ilimitado
entonces se podría nombrar como femenino.
Pero no es tan fácil, por no decir difícil para el sujeto confrontarse con
algo que no tiene límite: asusta. El sujeto debe defenderse e intentará cercar,
acotar el goce. Es más sencillo el goce restringido, limitado, circunscripto
que tiene que ver con el goce fálico o masculino.
Por este motivo,
separo dos momentos en relación con el goce femenino. Cuando la mujer “no sabe
hacer aún”, y “el saber hacer”. Nadie nace sabiendo, y cada uno se las arregla
como puede.
Cuando Lacan
dice que la pregunta (inconciente) de toda histeria es ¿Cómo goza una mujer?[3] justamente se refiere a
que no hay simbolización del sexo de la mujer, el sexo de la mujer es un vacío
y que además, según nos transmiten los sexólogos y médicos, no tiene inervación
nerviosa por lo tanto no hay sensibilidad como en cualquier otro lugar de la
piel.
Este lugar del
vacío del agujero que conforma la anatomía femenina, convoca a cada mujer a un
aprendizaje en su propio goce.
¿Por qué me
pregunto si la frigidez es una manifestación del goce femenino? Porque pienso
que frente a lo ilimitado y no sabiendo qué hacer con eso, algunas mujeres
pueden responder rechazando el goce, rechazo total frente a lo que no tiene
medida. La frigidez entonces podría leerse como la barrera frente al goce
femenino efecto del no saber qué hacer con eso.
Barrera o muro de contención porque la mujer sabe muy bien que lo
ilimitado implica el desborde, la devastación y el extravío. La frigidez sería
un modo de protegerse frente a lo que se presenta como peligroso, respuesta que
algunas mujeres de hoy y de ayer
encuentran como única salida posible.
¿No es llamativo
que hoy sigamos escuchando estos fenómenos cuando hay tanta libertad sexual?
¿Por qué persiste cuando pareciera que no existen más inhibiciones y frenos
sociales?
El psicoanálisis
nos puede aportar un modo de leer estos fenómenos. Si una mujer desea introducirse
en la experiencia de un análisis,
indefectiblemente se encontrará con su modo singular de haber respondido y
responder por el encuentro con el goce femenino. Y si esa modalidad ha sido la
del rechazo, entonces un análisis puede ser una salida interesante para poder
asumirse en este goce de una manera que no la mortifique, y así hacer con el
goce femenino un encuentro vital que haga digna su existencia en tanto mujer.
Foto: Leandro Bauduco