lunes, 15 de agosto de 2011

MANIFESTACIONES CLÍNICAS DEL GOCE FEMENINO.

Carolina Rovere

El encuentro con  goce  el femenino se da desde el vamos en la mujer, es decir desde niña.  A mi entender,  de la mano del goce fálico,  quiero decir que el goce fálico es el fundamento del goce.  La niña lo descubre pero además se encuentra con este Otro goce del cual nada puede aún decir, porque es imposible decir, pero tiene presencia y deberá arreglárselas con eso. Se inaugura entonces los periplos por los que debe atravesar una mujer en los avatares de su feminidad.
El goce femenino tiene diferentes caras, sería importante poder precisar algunas de las distintas manifestaciones  de ese goce en  una mujer y marcar claramente la diferencia con el hombre que se orienta especialmente por su falo,  que le da consistencia, prestancia y armazón a su subjetividad.

Recordemos la diferencia  básica que existe entre el goce fálico y el femenino. El goce fálico es regulado, medido y acotado: empieza y termina, y Lacan dice que es fuera de cuerpo porque justamente evoca la castración, es decir el objeto separable; el goce femenino es goce del cuerpo, “en corps”, homofonía con  Encore  el título del Seminario en donde Lacan  habla de los matemas y los goces. Este goce femenino, por lo tanto no participa de la lógica del objeto  como el goce fálico y además tiene la particularidad de ser ilimitado. ¿Pero de qué hablamos cuando hablamos de ilimitado? ¿Qué aspectos y vestiduras puede adquirir?
Primero me gustaría   recordar una distinción, cuando hablo de goce ilimitado es necesario diferenciarlo de  la dimensión que adquiere lo ilimitado en  la psicosis. Estamos aquí hablando de  una mujer que se encuadre dentro de lo que Lacan escribió como los Matemas de la sexuación, escritura que nos permite situar a la neurosis, ya que el punto de partida es el “todo fálico”.  En la psicosis no hay goce fálico, por lo tanto el psicótico no participa de esa escritura. Si bien Lacan dice que las mujeres “son un poco locas” por encarnar el sin límite en su propio cuerpo, es importante diferenciarlo con esta clínica.  La mujer necesita del goce fálico, es más desde Freud vemos que la fase fálica en la niña es constitutiva. La mujer debe pasar por lo fálico. En “Algunas consecuencias psíquicas” nos dice que la desmentida (del falo) en la mujer la dejaría más abierta a la psicosis. Si una mujer no se afirma en el falo, no puede entonces habitar el mundo de la neurosis.
Entonces el goce fálico en la mujer es necesario, pero además la mujer puede gozar de Otra manera que con el falo, con un goce suplementario al falo. ¿Qué caras puede adquirir este goce Otro al falo?
No  tienen el mismo estatuto el goce místico, que el arrebato o  el estrago en relación a un hombre, y  que el goce del fin de análisis.

Me interesaría hacer una distinción principal: aquellas modalidades  del goce en donde aún la mujer no sabe hacer con él, situación que se da desde la infancia, es decir en la pequeña mujer, y el saber hacer con el goce femenino que lo escuchamos en los testimonios de fin de análisis. El primero puede adquirir la cara del estrago, del arrebato y del misticismo, y en muchos casos se manifiestan con intenso sufrimiento. El segundo se escucha como una experiencia  vivificante en la mujer.

Distingamos uno por uno. Colette Soler ha aportado lúcidas especulaciones al respecto.
“El término estrago designa …los efectos…que el goce Otro introduce en el sujeto , y que se desdoblan y se dividen entre la abolición subjetiva y la correlativa absolutización del Otro”[1] “La aspiración mística es abolirse en el Otro. Abolirse como sujeto en cualquier proyecto de criatura”[2]
 El dar todo por el Otro, implica una abolición de la propia subjetividad, entonces este todo por el Otro es No-todo porque no está regulado.  ¿Qué hace el místico en la contemplación? ¿Por qué no es goce fálico? El místico siente en su cuerpo, es la experiencia de un goce  en el propio cuerpo en la entrega ilimitada al Otro y encarnado en ese Otro. No se podría hablar aquí de la falta, porque al místico es como si nada le faltara, lo tiene a dios, en tanto la presencia de dios es captada en su propio cuerpo.

El arrebato y el estrago, pueden presentarse por la absolutización del Otro: un partener.  En determinados momentos a una mujer se le puede presentar la certeza de que es ese hombre o nada. Es decir el otro adquiere un poder de Otro absoluto. Cuando la mujer queda raptada por el Otro se desorienta pero también se desorienta o desregula cuando ese Otro, como estructuralmente ocurre,  se corre de ese lugar, porque es un lugar imposible. Es  más, cuanto más una mujer absolutice al Otro, más el hombre sentirá que debe correrse en tanto lo confronta a él con su castración con su pérdida, y por supuesto con un peligro inminente. Ese momento de corrimiento del otro de ese lugar Otro puede desencadenar el estrago. La mujer dispuesta a todo, sin medida, el falo se oculta y ella queda a merced del sin límite de ese Goce. No es nada rara esta situación y en la clínica nos encontramos con mujeres muy sensatas, discretas y medidas que narran, muy a su pesar,  alguna  situación vivida en donde se han desbordado por un hombre. Lo que las ha desbordado no es tanto el hombre en sí, el hombre en fin responde como puede, las enloquece el lugar en donde lo han puesto, lugar que a ellas las aniquila.

 El  encuentro con el goce femenino en el fin de análisis  es algo Diferente, adquiere una manifestación vivificante en la mujer, es que ahora la mujer puede hacer con eso y el hacer con eso le da entusiasmo.  Es,  metafóricamente, el momento en que la mujer ha aprendido a abrirse de piernas  como en la danza. Esta abertura de piernas que se orienta hacia el goce fálico y el Otro,  debe ser armoniosa para  que sea estética. Esto quiere decir que debe haber fluidez en el movimiento. No es algo rígido. Tampoco se logra de una vez y  para siempre. No podemos decir que cuando una bailarina aprende a abrirse de piernas “ya está”,  sólo podemos decir “ya sabe” ahora se trata de hacer uso de ese movimiento en el escenario y eso es lo que le dará gracia y belleza.  Entonces  es una estética que se fundamenta en la articulación de los goces.  Cada nueva situación, cada nuevo encuentro  la convoca a esta práctica.   El goce fálico  no se abole, justamente es la posibilidad de regular a la que puede apelar la mujer cuando se extralimita. Este plus que aporta el saber hacer  con el Otro goce hace que la mujer   convierta lo que en algunos momentos pudo haber sido un obstáculo en la alhaja más preciada que posee.



[1]Colette Soler, Lo que Lacan dijo de las mujeres, Buenos Aires, Paidós, 2007;  Pág. 270.
[2] Ibídem; Pág. 268.