martes, 24 de mayo de 2011

¿QUÉ ES POSIBLE ENTRE UN HOMBRE Y UNA MUJER?


Las relaciones entre los sexos son siempre muy dificultosas.  En realidad el gran hallazgo de Lacan al proponer que no  hay relación sexual  contribuye a esclarecer que realmente en el terreno del amor y el goce  el encuentro logrado es imposible. Pero ¿entonces no existe posibilidad de encontrarse con alguien y estar bien? Por supuesto que sí, pero para eso hace falta  recorrer un  camino que consiste en entender, es decir asumir que no hay completud, que la armonía entre “tú y yo” es imposible.
Este encuentro soñado se hace consistir en el momento fugaz del enamoramiento. Momento que dura poco. Una alumna me preguntaba ¿Y cuanto dura profe?  Poco.  Por suerte, porque este idilio en realidad lo tenemos que remitir al primer idilio amoroso, al encuentro con el Otro primordial: la madre. Con quien el niño instaura una relación de señuelo, nos dice Lacan, o de engaño creyéndose ser todo para ella. Este momento que va a constituir el primer tiempo del Edipo, se llama “Frustración”.
¿Por qué se llama frustración si es un idilio? Porque se sale de esa panacea por la decepción. El infans se da cuenta que no es todo para su madre, que la madre desea otra cosa. Y gracias a  esta desilusión el niño podrá armarse como sujeto él mismo, sin quedar capturado totalmente en las trampas del Otro.
El problema es que no es fácil salirse de ahí, porque el engaño, el señuelo del amor es una instancia cómoda y muy tentadora.  Nos podemos preguntar cómo sabemos que existió ese momento mítico con la madre si no tenemos registro en nuestras memorias, en nuestros recuerdos concientes. Existió  porque existe el enamoramiento.  O dicho de otro modo, es porque nos enamoramos que podemos  ubicar las coordenadas de ese primer encuentro con el Otro primordial.

El neurótico necesita creer y está bien,  sin Otro no hay neurosis, pero cree que completarse en el otro es posible, y su vida se sostiene en la nostalgia de encontrarse, de nuevo, con una vivencia plena, que podríamos equipararla en Freud con la  mítica vivencia de satisfacción.
Cuando el neurótico cree que es posible ese encuentro totalmente satisfactorio y sostenido está haciendo consistir la relación sexual que no existe. Y como eso es imposible, se frustra. Acudamos nuevamente a Milner que nos auxilia de una manera muy gráfica sobre las dificultades del encuentro amoroso. Nos dice que los matemas de Lacan son los matemas de “lo imposible del lazo” y  al creer en que hay  lazo logrado caemos en la tontería. [i] Plantea que hay dos maneras de creer en la unión. La versión Hombre es la imbécil, y la versión Mujer es la idiota.
En la publicación anterior hablé de las posiciones que puede adquirir una mujer que cree en la relación sexual. Las dos caras de la idiotez femenina: la boluda y la coqueta.
Para los hombres la imbecilidad se desdobla en dos también. Tenemos el fatuo: que cree que las mujeres acceden al Todo por él, y el necio: quien creyendo a pie juntillas que la Mujer es Todo, es sordo a cada una. [ii]
Una mujer tonta es aquella que sostiene que el hombre debe amarla por lo que ella es, en su versión coqueta;  o ella hacer todo para lograr su amor en la versión boluda. En fin se trata para la mujer de un problema de amor no dándose cuenta que el hombre piensa y  la busca en tanto principalmente quiere gozar  de su  órgano con ella. La imbecilidad masculina es la brutalidad  del hombre cuando solo mide a la mujer con la vara de su falo. Entonces es sordo a cada una, a lo que distingue a cada mujer cuando se ubica en la necedad;  y es fatuo cuando cree que lo que tiene para darle a la mujer es todo, es decir si piensa que  es él efectivamente quien puede colmarla plenamente.
La neurosis hace consistir estas formas del encuentro, estas modalidades tontas del encuentro amoroso que terminan siempre en el fracaso porque se orientan en la creencia del lazo logrado, expresándose de múltiples maneras en el escenario de los sexos.
 Lo importante acá para que se arme una relación interesante de ser vivida y disfrutada, es el reconocimiento de las diferencias radicales entre hombres y mujeres.
Si se puede ceder a la inercia que instaura la tontería es factible  construir algo  a partir del límite que impone lo imposible. Recién allí se produce  la posibilidad de abrirse a una  escritura del amor que sea reconfortante  para los sujetos que deciden  vivir con otro.

Carolina Rovere





[i] Jean Claude Milner, “La tontería”, en Los nombres indistintos, Argentina, Manantial, 1999.
[ii] Ibídem; Pág.136.

2 comentarios:

  1. Al leer el texto me quedan dos ideas preponderantes: la primera de éstas refiere a lo que mi escasa experiencia clínica y como mujer me ha brindado y es que para amar hay que entender que el otro nunca será igual a mi deseo; la segunda también emerge a partir de las reflexiones que suscitan dichas experiencias y tiene que ver con un tópico más controversial acerca del amor como adicción socialmente aceptada.

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  2. Gracias por tu comentario.
    Claro que hay que entender que el otro al que se puede amar nunca coincide totalmente con lo que se busca. Con respecto al amor como una "adicción socialmente aceptada" sería interesante desplegarlo, pero me parece, si me permitís, hacer un giro ya que la adicción tiene mayormente un estatuto tóxico y destructivo, el amor es necesario para vivir, creo que se torna problemático y mortificante cuando no sabermos cómo manejarnos en ese campo que por cierto es muy difícil y resbaladizo. Se trata de vivir dignamente el amor.

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